24 de abril de 2011

Ruta maya: Mérida e Izamal

Palacio de Montejo
Mérida, la ciudad blanca. Es la ciudad más grande de la península de Yucatán, que estuvo alejada por mucho tiempo del contacto continuo con el resto del país y que tuvo más influencia de Europa en siglos pasados. Su arquitectura es majestuosa, palacios, casas de estilo neoclásico y modernista, y lo que sobresale es la calidez de la gente, un lugar muy seguro, casi sin delincuencia y con policías nada corruptos, amables y dispuestos a ayudar (quién lo diría).
Diversas épocas reflejadas en las paredes


Casona en el Paseo Montejo


Calandrias al pie del convento
Izamal, un pueblo mágico en donde sobresale su arquitectura colonial en amarillo, sus calles tranquilas y la sonrisa de la gente. Aquí se encuentra el segundo atrio más grande del mundo (después de la Plaza de San Pedro en el Vaticano), su convento franciscano edificado sobre una pirámide y que puede verse desde lejos. Fue visitado por Lupita y nuestros amigos en su recorrido dos meses antes, lean su experiencia en su blog mexicombi.

Arquería del atrio conventual
Cruces de la representación del Via Crucis
Interior del convento

Izamal es pequeño, pero tiene muchos lugares por recorrer, entre los que se encuentran los talleres de artesanos locales. Visitamos a don Aureliano Poo, quien siempre con una gran sonrisa muestra orgulloso sus obras: casitas mayas en miniatura, esculturas en madera o en piedra, ranitas de tela rellenas de arena de mar, etc... Un verdadero museo. Aquí hay un artículo sobre él publicado en la Revista Yucatán y otro del blog de los izamaleños.


Agnija y don Aureliano (le llaman Wey yano'one sus amigos)

Puertas enanas que así quedaron al subir el nivel de la calle

En sus calles hay muchos detalles, grecas, figuras, esquinas con placas que cuentan leyendas, sin duda el pueblo fue hecho para caminar.




Don Manuel y Paloma

Portales desde la calandria
El paseo en calandria es un verdadero placer. El ruido de los cascos del caballo y la plática amena del conductor hacen ver a Izamal con otros ojos, es un recorrido lento, sin prisa, donde puede uno bajar, detenerse o simplemente dejarse llevar.


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